Trabajo Práctico 10 “Ciclo revolucionario europeo”
Actividades de comprensión lectora
Actividad 1
1. Completa el siguiente cuadro con los movimientos revolucionarios europeos y sus características. Para realizarlo utiliza el libro de texto, adjuntado al trabajo
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Oleada Revolucionaria de los años veinte |
Las revoluciones de 1830 |
Las Revoluciones de 1848 |
Francia |
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Gran Bretaña
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Países en los que repercutió
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2. Completa las oraciones, para realizar la actividad lee el texto añadido en el trabajo con el título “Ciclo revolucionario europeo – Revoluciones burguesas”
a. …el cartismo fue un movimiento propio de la primera etapa del movimiento . Pero, a diferencia de aquel, tuvo una índole esencialmente . El término procede de la , documento enviado al en 1838, en el que se reivindicaba el sufragio y la participación de los obreros en dicha institución.
b. La Unificación es la unión de 39 estados. Hasta mediados del siglo XIX, Alemania no se había constituido como una , sino un conjunto de 39 estados independientes que formaban la llamada .
c. Simultáneamente, en los , estallaba la revuelta contra el papa , que se vio obligado a huir. Se instauró una República con a la cabeza. No obstante, dos años más tarde, en 1850, tropas francesas irrumpieron en Roma y restauraron el poder del , convirtiéndose en garantes de su independencia.
Actividad 2
Marca con una X la respuesta correcta (Para realizar esta actividad utiliza el libro de texto, adjunto en documento aparte en el presente trabajo)
1. Los cambios producidos en el imperio ruso, como la abolición de la servidumbre, la reforma de la justicia y la creación de gobiernos autónomos locales se produjo del zar…:
a. Nicolás II
b. Alejandro II
c. Alejandro III
2. El imperio que manifestaba una evidente decadencia, por lo que era llamado “el enfermo de Europa”, era…:
a. El imperio turco
b. El imperio austrohúngaro
c. El imperio alemán
3. El poder ejecutivo en la Alemania Guillermina era ejercido por el emperador o Káiser que gobernaba por medio de un Canciller, y este canciller era…:
a. Guillermo II
b. Bismarck
c. Francisco José
4. El imperio austrohúngaro aparecía como un Estado sin futuro, debido a…:
a. La división del imperio en Austria y Hungría
b. La llamada “monarquía dual”
c. El personalismo del emperador, el equilibrio de los grupos nacionales y la incapacidad de evolucionar hacia la democracia.
5. El período entre la unificación alemana y la Primera Guerra Mundial se conoce como Paz armada, durante el mismo se pueden distinguir dos períodos de desarrollo de las relaciones internacionales, estos son…:
a. Era Victoriana-Era de los Bloques militares
b. Era Guillermina-Era de los bloques militares
c. Era Bismarck-Era de los Bloques militares
2) Completa las oraciones (Para realizar esta actividad analiza la información que he colocado y tienes en este trabajo)
a. Cuando la Reina subió al trono, Inglaterra mantenía una economía ; cuando la reina murió, dejó un país evolucionado, con , industria y una nueva , que a partir de ese momento tendría un papel muy importante.
b. Las continuas tensiones entre Estados a causa de conflictos tanto nacionalistas como dieron lugar a que cada Estado destinara gran cantidad del capital estatal a la inversión de la de armamento y al , todo este excesivo gasto militar desembocaría a la larga en quiebras nacionales o en una guerra.
c. Uno de los momentos más delicados para la fue el llamado , a raíz de la condena en 1894 de un oficial del Ejército de por cargos de traición. Todos los esfuerzos por demostrar su inocencia fueron rechazados por el Estado Mayor Militar, y cuando el entró en escena se abrió aún más la brecha entre los favorables a la nueva y los reaccionarios contrarios a ella. Pese a que Dreyfus fue absuelto y rehabilitado para su cargo en el año 1906, este episodio dejó una profunda huella en ambos bandos.
Información para realizar las actividades
Durante el siglo XIX se produjeron grandes transformaciones en el continente europeo como consecuencia de los procesos iniciados por la Revolución Francesa y la Revolución Industrial. A medida que la industrialización y el capitalismo se extendían en la primera mitad del siglo, se cuestionaban los sistemas políticos y comenzaba a alterarse la estructura social existente hasta ese momento con el surgimiento de la clase obrera y la consolidación de la burguesía.
En el transcurso de la segunda mitad del siglo, las naciones europeas lideraron la modernización económica, dominaron tierras en todo el planeta y se pusieron a la cabeza de los avances científicos, técnicos y culturales. En esos años fue cobrando fuerza la idea de que el progreso de la humanidad no tendría límites. Sin embargo, la realidad era muy compleja y la lucha por los espacios de poder, los graves problemas sociales no resueltos, la cuestión de las nacionalidades y la expansión colonialista, entre otras causas, hacían presagiar que ese orden no duraría para siempre.
Luego de la caída definitiva de Napoleón en 1815 y el fin del ciclo revolucionario, los monarcas de Europa acordaron restablecer el equilibrio europeo y anular las ideas revolucionarias restaurando las antiguas formas de hacer política. Si bien hasta 1914 no se produjo otra guerra general, la organización interna de los Estados se modificó de manera significativa durante el siglo XIX.
Al finalizar el ciclo revolucionario, después de 1850, los grandes Estados de Europa comenzaron a experimentar cambios en su estructura política. En algunas regiones se produjeron unificaciones nacionales, en otras surgieron Estados nuevos y, en los que ya existían, se consolidaron transformaciones que profundizaron el camino hacia un sistema democrático de gobierno.
La Era Victoriana
Llamamos Era Victoriana, o Época Victoriana, al periodo de prácticamente un siglo en el que Gran Bretaña pasó de ser un país dedicado a la agricultura a un país totalmente industrializado. Es la era de la Revolución Industrial, el ferrocarril, las revoluciones sociales, etc. Todo un siglo dedicado a una reina, en un país que evolucionaba a distintos ritmos.
El Imperio Británico vivió la época de máximo esplendor a mediados del siglo XIX. Un período en el que profundos cambios sociales, culturales y políticos, coinciden con el reinado de Victoria I. Cuando la Reina Victoria I subió al trono, Inglaterra mantenía una economía agraria y rural; cuando la reina murió, dejó un país evolucionado, con ferrocarril, industria y una nueva clase social, que a partir de ese momento tendría un papel muy importante.
En la Era Victoriana Gran Bretaña se convierte en la primera potencia mundial, su economía prospera y con ellas sus ansias imperialistas, culminadas cuando la Reina Victoria es proclamada Emperatriz de la India, como última colonia anexada al Imperio. Gran Bretaña contaba con una gran flota y se había hecho dueña del comercio marítimo y preparada para la gran revolución industrial.
La Tercera República Francesa
Durante la Tercera República ningún partido logró obtener una mayoría de diputados, por lo que los gobiernos se debían sustentar en un precario equilibrio de pactos y coaliciones. Gracias a este sistema político, Francia pudo recuperarse de las duras cicatrices que dejó su derrota ante los prusianos entre los años 1870 y 1871, lo que le permitió desarrollarse y ponerse a la altura de otras grandes potencias europeas. Fue, precisamente, el 4 de septiembre de 1870, cuando se proclamó esta Tercera República de Francia.
Uno de los momentos más delicados para la Tercera República fue el llamado «caso Dreyfus «, a raíz de la condena en 1894 de un oficial del Ejército de religión judía por cargos de traición. Todos los esfuerzos por demostrar su inocencia fueron rechazados por el Estado Mayor Militar, y cuando el antisemitismo entró en escena se abrió aún más la brecha entre los favorables a la nueva República y los reaccionarios contrarios a ella. Pese a que Dreyfus fue absuelto y rehabilitado para su cargo en el año 1906, este episodio dejó una profunda huella en ambos bandos.
En el año 1871 se inicia un proceso de expansión de las fronteras de Francia, que aun lamentaba la pérdida de Lorena y Alsacia, pero ante la imposibilidad de recuperarlas o iniciar nuevas conquistas en Europa ante el creciente avance alemán, decidieron optar por la colonización en Indochina y la firma de tratados de alianza con Rusia en 1894 y con el Reino Unido en 1904.
Durante los últimos años de la Tercera República, Francia mantuvo cierta resistencia ante la ley que ampliaba el servicio militar hasta los 3 años, pero esta situación cambió radicalmente cuando se declaró oficialmente la Primera Guerra Mundial, y Alemania (además de Austria-Hungría e Italia) se declaraba enemiga oficial de Francia. Fue el presidente Raymond Poincaré quien consiguió unir a los diferentes partidos políticos en aras de un fortalecimiento militar para defender a Francia en la inminente guerra.
El periodo de entreguerras trajo cierta calma. Con el Tratado de Versalles y el fin de la Gran Guerra, Francia quedó como gran potencia continental europea después de la derrota de Alemania, la desintegración del Imperio Austro-Húngaro y la caída de la Rusia de los zares.
La Paz Armada
Se conoce como paz armada a la escalada armamentística que hubo entre los grandes imperios europeos antes de la primera guerra mundial. Fue una de las causas más notorias de la Primera Guerra Mundial. Las continuas tensiones entre Estados a causa de conflictos tanto nacionalistas como imperialistas dieron lugar a que cada Estado destinara gran cantidad del capital estatal a la inversión de la industria de armamento y al fomento del ejército, todo este excesivo gasto militar desembocaría a la larga en quiebras nacionales o en una guerra. Todo ello dio lugar a un complejo sistema de alianzas en las que las naciones se hallaban en conflicto sin estar en guerra.
Libro de Texto
AGREGADO Faltante del Texto
La Pentarquía europea
Hacia finales de siglo XIX los grandes Estados que dominaban la política internacional constituían lo que se llamó la pentarquía europea; que estaba integrada por Gran Bretaña, el Imperio alemán, Francia, el Imperio austrohúngaro y el Imperio ruso. Esta situación se mantuvo vigente hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914.
Gran Bretaña, por su poderío industrial y financiero, por sus colonias y por la solidez de la monarquía parlamentaria, ocupaba claramente el primer lugar. El Imperio alemán, recién conformado, se perfilaba como la otra gran potencia continental, debido a su acelerado crecimiento económico, a su potencial demográfico y a su poder militar. En un lugar un poco menos importante estaba Francia, que después del período bonapartista (1852-1870) y de la derrota militar ante Prusia, se había convertido en la Tercera República, conservando su influencia cultural y desarrollando una activísima política colonial. Detrás de estos tres grandes Estados se encontraban tres imperios multinacionales: Austria-Hungría, Rusia y Turquía. A pesar de que todos tenían problemas internos, su situación no era idéntica.
Rusia era un gigantesco Estado que integraban grupos étnicos diversos, de los cuales los rusos eran mayoría, pero su estructura económico-social estaba atrasada respecto del resto de las potencias y su población era mayormente rural. Austria-Hungría tenía su principal dificultad en su heterogeneidad, ya que estaba integrada por no menos de diez grupos nacionales distintos, lo que hacía peligrar su continuidad como Estado. A pesar de ello, ambos imperios se encontraban dentro del círculo privilegiado de las grandes potencias. Distinto era el caso de Turquía, cuya decadencia era evidente a pesar de que el imperio se extendía por un inmenso territorio que abarcaba desde el norte de África hasta Medio Oriente e incluía regiones europeas.
Las relaciones internacionales entre estos grandes Estados se fueron complicando cada vez más dentro y fuera de Europa, lo que condujo finalmente al estallido de la Primera Guerra Mundial.
La Inglaterra Victoriana
Durante el siglo XIX Gran Bretaña fue la principal potencia mundial debido a su estabilidad política, a su poderío económico y a la extensión de su imperio. El reinado de Victoria entre 1837 y 1901, coincidió con el apogeo británico a nivel mundial; de aquí que el período tome el nombre de la reina.
La política
Desde el punto de vista político gran parte de la población seguía sin poder ejercer el derecho de voto. Para la segunda mitad del siglo, sin embargo, se formaron, a partir de los grupos ya existentes en el Parlamento, dos grandes partidos que dominaron la vida política británica: los whigs o liberales y los tories o conservadores. Los primeros tuvieron como líder histórico a William Gladstone y los segundos, a Benjamín Disraeli. Durante este período de consolidación del sistema de partidos, ambos líderes se alternaron en la jefatura del gobierno.
Disraeli fue quien impulsó la reforma electoral de 1867, que amplió notablemente el número de electores al incluir a los artesanos y a los obreros especializados. Esta reforma, que transformó el sistema político británico, acercó a las masas al Estado y las vinculó con el trono y el Parlamento. Disraeli, quien hizo aprobar las leyes sobre salud pública y sobre viviendas para trabajadores, fue quien relanzó la popularidad de la monarquía británica al coronar a la reina Victoria como emperatriz de la India en 1876.
Gladstone, vinculado en su juventud a los sectores aristocráticos de la sociedad, fue inclinándose por las ideas reformistas. Durante sus gobiernos se aprobaron leyes fundamentales para una sociedad moderna, en constante transformación. Así, se sancionó una ley de educación elemental, destinada a los niños de entre 5 y 12 años, y se amplió el derecho a voto, lo que llevó a que el 60% de los varones adultos pudieran participar de las elecciones. También se reformó la justicia y la administración, y se legalizaron los sindicatos.
Gladstone fue, para muchos, el modelo de político de Inglaterra victoriana, cuyos valores eran el liberalismo, la eficacia, la expansión económica y las buenas relaciones con las demás potencias. Sin embargo, falló al proponer un gobierno autónomo para Irlanda, lo que provocó la división de su partido.
En 1900 se fundó el Partido Laborista, una agrupación integrada por distintos sectores vinculados a la clase trabajadora británica.
Una potencia económica
Durante todo el período victoriano Gran Bretaña continuó siendo la primera potencia económica mundial, posición que se sustentaba en su predominio financiero (Londres era el centro económico internacional) y, al mismo tiempo, en la solidez de la libra esterlina y el poderío del Banco de Inglaterra. Otro factor importante fue su control sobre el comercio mundial, así como la posesión de un gran imperio colonial, que le proveía alimentos y materias primas para sus industrias, el ascenso industrial de otros países como Estados Unidos y Alemania, no alteró por el momento esta supremacía, aunque hizo que Gran Bretaña advirtiera con preocupación este avance.
La cuestión irlandesa
Durante el siglo XIX Irlanda fue uno de los grandes problemas de la política británica. A finales de la Edad Media, la isla había caído bajo el dominio inglés, pero mantuvo cierta autonomía, al menos en el plano teórico. Sin embargo, en 1800 se aprobó el Acta de Unión, que suprimió todo vestigio de autogobierno. Irlanda, a pesar de todo, desafió constantemente su incorporación al Reino Unido, al que estaba sometida en términos políticos, económicos y religiosos.
En la década de 1840, una tragedia asoló a Irlanda; se desató una enorme crisis agrícola, producto de una plaga que afectó a la papa, y comenzó una gigantesca hambruna, es decir, una escasez generalizada de alimentos que ocasionó muchas muertes por hambre, la desesperación llevó a millones de irlandeses a buscar un futuro mejor lejos de su tierra natal. Se inició así un proceso de emigración nunca antes conocido en la isla. La población, que había llegado a los ocho millones de habitantes antes de la crisis, descendió de manera abrupta y la tendencia se mantuvo en las décadas siguientes: hacia 1900, la población irlandesa apenas superaba los cuatro millones de personas. La mayoría de los que decidieron emigrar en esos años lo hicieron a los Estados Unidos y a Canadá, aunque muchos optaron por instalarse en Inglaterra. Irlanda era, por entonces, una zona de escaso desarrollo que contrastaba con el crecimiento y los cambios que se daban en Gran Bretaña.
Esta situación hizo que la protesta contra el dominio británico se acentuara, ya que muchos consideraban que los gobiernos británicos de la época poco hacían para aliviar la crisis. A partir de entonces, la oposición al dominio del Reino Unido se organizó. Así, a mediados de siglo se fundó la Hermandad Republicana Irlandesa, una agrupación que buscaba la independencia de la isla y que comenzó a aplicar métodos violentos para lograr su objetivo.
En 1873 se creó la Liga para la Autonomía Irlandesa. Llevar alivio al problema agrario (ocasionado por el abuso de los terratenientes ingleses sobre los arrendatarios irlandeses) y buscar la autonomía fueron las reivindicaciones clave de esta agrupación política.
La llegada del liberal Gladstone al poder de Gran Bretaña abrió grandes esperanzas para Irlanda a causa de su proyecto de Home Rule (autogobierno), pero este fue rechazado por el Parlamento en 1886, tanto por el partido conservador como por una parte del propio partido liberal. Esto llevó a Gladstone a renunciar a su cargo de primer ministro.
La indefinición de la cuestión irlandesa y un segundo rechazo parlamentario a un nuevo proyecto de Home Rule en 1893 hicieron que, en los años siguientes, la violencia política se profundizara. Por eso, en los inicios de la Primera Guerra Mundial, se vivió en Irlanda un clima de guerra civil.
Francia: del Segundo Imperio a la Tercera República
En la segunda mitad del siglo XIX Francia retomó su rol tradicional de gran potencia, al intervenir y ejercer como árbitro en cuestiones internacionales, además de involucrarse en la expansión colonial. Pero el país no logró una forma de organización política estable, alternando entre el sistema monárquico de tipo bonapartista y el sistema republicano de gobierno. A pesar de ello, Francia – y en particular su capital, París- siguió ejerciendo una notable influencia cultural, especialmente en el campo de las bellas artes.
El Segundo Imperio
Hacia 1848 Luís Napoleón Bonaparte fue elegido presidente de la república. Pero al finalizar su mandato y no poder ser reelecto por disposición constitucional, dio un golpe de Estado, reformó la constitución y se proclamó emperador. Este proceso fue ratificado por la gran mayoría de la población mediante la realización de plebiscitos. A partir de 1852, entonces, Francia se organizó como una monarquía bonapartista llamada Segundo Imperio, en una clara continuidad con el Imperio Napoleónico de los inicios del siglo XIX. Luís Napoleón pasó a ser llamado Napoleón III.
Durante el tiempo que duró su gobierno (1852-1870) se pueden distinguir dos etapas:
Ø El imperio autoritario (1852-1860). Durante este período, el gobierno persiguió a la oposición e instauró la censura de prensa, el control de las reuniones públicas y la propaganda electoral. Consiguió el apoyo de la Iglesia católica y defendió el orden y la autoridad como principios. La forma de gobernar respondía a la tradición napoleónica, en la que el poder se concentraba en un solo hombre, pero “su legitimidad procedía del pueblo”. Es lo que se denomina bonapartismo, en el cual el Poder Ejecutivo, sustentado en un gran apoyo popular, subordina y controla al Legislativo. Así, los ministros y las cámaras legislativas eran simples ejecutores de las decisiones del emperador.
Ø El imperio liberal (1860-1870). El emperador perdió parte de sus seguidores, sobre todo los católicos, por haber apoyado la unidad italiana en contra de los intereses del Papa. La oposición se organizó y la presión de liberales y obreros obligó a Napoleón III a hacer concesiones políticas como la amnistía. También concedió mayores atribuciones a las cámaras legislativas, la libertad de prensa y de reunión, y otorgó a los obreros el derecho de huelga y la libertad de asociación.
La política exterior
El Segundo Imperio tuvo una activísima política exterior ya que Napoleón III pretendía anular los tratados de 1815. Por un lado, extendió el imperio colonial francés profundizando la ocupación de Argelia y conquistando Indochina (1859-1867). Por otro, Francia participó en la Guerra de Crimea contra Rusia (1854-1856), en la guerra de unificación italiana y en la de unificación alemana. En este último caso, la derrota frente a Prusia determinó la caída del Segundo Imperio.
La Tercera República Francesa
En Francia, la derrota de la guerra franco-prusiana determinó la instauración de una república -la Tercera República-, pero la transición del régimen imperial al republicano no fue pacífica ni ordenada. A principios de 1871, cuando la ciudad de París estaba sitiada por los alemanes, estalló en ella un levantamiento mayormente obrero conocido como la Comuna. Esta fue la primera experiencia de un gobierno antiliberal y antiburgués, que se consideraba continuador de las luchas populares revolucionarias de fines del siglo XVIII. Sin embargo, aislada del resto de Francia y formada por sectores heterogéneos, sin el apoyo de los campesinos y con el rechazo total de la gran mayoría de los burgueses, la Comuna estaba destinada al fracaso.
Simultáneamente con los sucesos de París se había reunido en la ciudad de Burdeos una Asamblea Nacional, dominada por grupos monárquicos, que debía decidir la futura forma de gobierno de Francia pero que, ante la situación crítica del país (provocada por la invasión alemana y la anarquía de la capital), decidió establecer una república provisional. Se eligió como presidente a Adolphe Thiers, un político e historiador moderado de larga trayectoria, quien ordenó al ejército reprimir los levantamientos de la Comuna y restablecer el orden en París. El resultado, luego de casi dos meses de guerra civil, fue de más de 20.000 muertos.
Hacia 1875, la Tercera República se estableció de manera definitiva y se organizó como un régimen parlamentario, elegido por sufragio universal. En esta etapa se produjeron grandes cambios que profundizaron un estilo de vida republicano, burgués y laico. Se estableció la libertad de reunión y de prensa (1881), la enseñanza laica (es decir, no religiosa), gratuita y obligatoria (1882), el matrimonio civil, la libertad sindical (1884), el divorcio (1889) y en 1905, la separación entre Iglesia y Estado. La disminución de la influencia de la Iglesia católica dividió profundamente a la sociedad francesa.
El período entre 1871 y 1914 fue para Francia una etapa de grandes controversias acerca de la forma de gobierno, la educación, las relaciones con la Iglesia y con el Imperio alemán, ya que se había formado un grupo de revanchards (revanchistas) que buscaba una venganza de la derrota de 1871. A pesar de todas las fracturas y desacuerdos en política interior, por esos años Francia se consolidó como un gran Estado colonial, luego de ejercer una vigorosa política exterior y de ocupar extensas regiones de África y Asia.
El Imperio alemán
Luego de su unificación en 1871, el Imperio alemán constituyó en el centro del continente un poderoso Estado que cambió el equilibro de poder en Europa. Políticamente se organizó como un imperio federal (el Segundo Reich), en el que los Estados alemanes (reinos, principados, ducados y ciudades libres) poseían una amplia autonomía. Entre todos ellos, por su importancia política, territorial, económica y demográfica, sobresalía el reino de Prusia. El Poder Ejecutivo era ejercido por el emperador o Kaiser que gobernaba por medio de un canciller, al que nombraba según su voluntad. El Poder Legislativo era ejercido por una Parlamento o Reichstag, que se elegía por medio del sufragio universal masculino, situación que favoreció la formación de partidos políticos de distinta tendencia. Pero el gobierno no era totalmente democrático, ya que el emperador podía gobernar sin ningún tipo de control parlamentario, aunque de hecho la influencia del Reichstag fue aumentando con el tiempo.
Entre la unificación y la Primera Guerra Mundial, se distinguen en Alemania dos períodos: la etapa de Bismark y la de Guillermo II.
Bismark, canciller del Segundo Reich
Entre 1871 y 1890, Otto von Bismark fue el protagonista máximo de la política alemana y europea. Desde su cargo de canciller del Kaiser Guillermo I, su preocupación fue la de consolidar la reciente unificación y no despertar desconfianza en el resto de Europa.
En la política interna, fracasó al intentar disminuir la influencia de la Iglesia católica y del Partido Socialdemócrata. Sin embargo, para frenar las demandas obreras y obtener apoyo de ese sector, Bismark generó una importante red de protección social mediante la sanción de leyes sobre el seguro de enfermedad, el de accidentes laborales y el de vejez. Estas leyes fueron las primeras de este tipo sancionadas en un Estado industrial.
En política exterior, Bismark buscó mantener el statu quo (es decir, dejar las cosas como están), ya que Alemania tenía una clara superioridad sobre el resto de los Estados, con excepción de Inglaterra. Intentó aislar diplomáticamente a Francia, que rechazaba la pérdida de Alsacia-Lorena (desde la derrota francesa de 1871 estos territorios habían quedado incorporados al territorio alemán) y para ello construyó un sistema de alianzas militares con Rusia, Austria-Hungría e Italia. Por otra parte, evitó “chocar” con Gran Bretaña, participando muy marginalmente en la expansión colonial de África..
La Alemania Guillermina
En 1888 murió Guillermo I y lo sucedió su nieto Guillermo II. El nuevo káiser representaba a una Alemania en pleno desarrollo, segura de si misma, dinámica y fuertemente convencida de que tenía que ejercer un nuevo liderazgo europeo y mundial. Estas ideas se enfrentaron de inmediato con la línea moderada que había seguido Bismark -especialmente en política exterior- y con la fuerte personalidad del canciller, que no estaba acostumbrado a recibir presiones del poder imperial. Por tal motivo, no resultó raro que en 1890 Guillermo II destituyera a Bismark y que, desde entonces, tuviera un protagonismo político ascendente. Este drástico cambio de dirección marcó el fin de la etapa bismarkiana y el comienzo de la Alemania Guillermina.
La política alemana comenzó a transformarse bruscamente: en el ámbito nacional, el nuevo káiser pretendía convertirse en un “emperador popular”, por lo que abandonó la persecución a los socialdemócratas. En cuanto a la política exterior, Guillermo II creía que Alemania tenía que ejercer un rol activo en la política mundial, para lo cual debía emprender una fuerte expansión colonial, tal como lo hacían Gran Bretaña y Francia. Se abandonó así la prudencia del período anterior, lo que despertó desconfianza y resquemores en las otras potencias.
La expansión económica alemana
La unión aduanera (Zollverein) de 1834 y el desarrollo industrial y ferroviario anterior a 1870 contribuyeron a la unificación alemana y fueron las bases de la potencia económica del país. En realidad, el proceso de industrialización alemán fue anterior a la unidad política y se completó con la implementación de una moneda única, el marco, y la creación del Banco Imperial.
A partir de la década de 1880, en el país se produjo un crecimiento espectacular no solamente de las industrias tradicionales -como la textil- y de la red de ferrocarriles -que se amplió-, sino también de las nuevas industrias y el desarrollo de nuevos tipos de energía. Los adelantos científicos producidos en los institutos tecnológicos y en las universidades proveyeron materiales para la industria química, la del acero y la electromecánica, rubros en los que rápidamente Alemania se convirtió en pionera y líder.
Estos y otros adelantos se aplicaron asimismo a la naciente industria automotriz. En esta etapa se inventaron o perfeccionaron en Alemania elementos de uso actual, como la aspirina, el automóvil o los rayos X. los nombres de Karl Benz, Werner von Siemens, Ferdinand Koch o Wilhelm Roentgen, entre muchos otros, son famosos mundialmente por haber creado empresas con sus nombres, por haber generado alguna palabra técnica o por sus investigaciones, que los llevaron a recibir, en algunos casos, el premio Nobel.
Los acelerados cambios económicos ocurridos en el país fueron acompañados por un notable crecimiento de su población, que pasó de 44 millones en 1890 a 60 millones en 1913, lo que favoreció en gran medida el consumo interno. Cabe destacar que la fusión entre el sector industrial y el sector bancario fue muy fuerte y ayudó a la expansión general de la economía. Como resultado, Alemania se convirtió, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, en la mayor potencia industrial de Europa. Mundialmente, sólo superada por los Estados Unidos.
Los imperios multinacionales
En la Europa de la segunda mitad del siglo XIX predominaban los grandes Estados y eran pocos los pequeños países. Además, desde 1815 habían quedado conformadas grandes masas territoriales que incluían diversos grupos nacionales, lingüísticos y religiosos. Pero a medida que los distintos grupos comenzaron a manifestar sus diferencias de la mano del romanticismo y del nacionalismo, estos Estados multinacionales se vieron en graves dificultades para mantener su cohesión.
El Imperio austrohúngaro
La doble monarquía de Austria-Hungría era heredera del Imperio de los Habsburgos (o casa de Austria) que dominó durante siglos la Europa Central y había surgido en 1867, cuando el Imperio austríaco fue marginado de la Confederación Germánica. A partir de entonces se produjo una reorganización del imperio y el territorio fue dividido en dos: la parte austríaca y la parte húngara. En cada una de ellas había un grupo nacional privilegiado:
Ø En Austria, la supremacía la tenían los alemanes, cuya población predominaba. Pero en su interior existían grupos no germánicos, como los checos de Bohemia y Moravia, los polacos de Galitzia y los eslovenos, croatas y serbios de Dalmacia; también había rutenos y un grupo de italianos. La capital de esta parte se encontraba en Viena.
Ø En Hungría, la supremacía la tenían los magiares (húngaros) que constituían la mayoría de la población. Pero, además, en esta parte del imperio habitaban rumanos de Transilvania, eslovacos y croatas, alemanes y algunas otras minorías. La capital era Budapest. El territorio de Bosnia-Herzegovina, que hasta 1878 había integrado el Imperio turco, estaba habitado por croatas, serbios y musulmanes, era administrado conjuntamente por ambas partes.
La llamada “monarquía dual” Austria-Hungría era gobernada por un emperador o káiser, que oficialmente llevaba el título de emperador de Austria y rey de Hungría. Entre 1848 y 1916, ese cargo fue ocupado por Francisco José. Las áreas de guerra, relaciones exteriores y finanzas eran administradas en forma común, pero en todo lo demás Austria y Hungría tenían amplia autonomía y leyes, gobierno y Parlamento propios.
El compromiso entre las dos partes no solucionó las demandas de los checos y la anexión de Bosnia-Herzegovina en 1908 profundizó las tensiones étnicas. Los problemas fueron constantes con el nacionalismo eslavo, especialmente con el serbio. La falta de soluciones a problemas nacionales y étnicos tan complejos y las ansias expansionistas de Austria-Hungría sobre los Balcanes a costa de los territorios del debilitado Imperio turco fueron uno de los motivos de la inestabilidad de la zona.
Desde los inicios del siglo XX, el Imperio austrohúngaro aparecía como un estado sin futuro, debido al personalismo del emperador, el imposible equilibrio entre los diversos grupos nacionales y la incapacidad para evolucionar hacia un gobierno de tipo democrático.
El Imperio ruso
Rusia era, como lo es hoy, uno de los Estados más extensos del mundo y uno de los más poblados. Estaba gobernado de manera autocrática por un zar o emperador, lo que hacía de este gobierno un sistema similar al de una monarquía absoluta. Después de que el país fue derrotado por Francia y Gran Bretaña en la Guerra de Crimea (1852-1854), el zar Alejandro II inició una serie de reformas. La sociedad rusa estaba muy retrasada respecto de los Estados europeos más avanzados: mas del 80% de la población eran campesinos que vivían mayormente en condiciones miserables, la burguesía era un grupo pequeño que sólo estaba presente en las grandes ciudades y el resto lo formaba la nobleza terrateniente, dueña de las tierras y del poder político.
Entre los cambios que produjo Alejandro II se destacan la abolición de la servidumbre (1861), la reforma de la justicia y la creación de gobiernos autónomos locales (zemstvos). También inició la construcción de una red de ferrocarriles. Todo esto atenuó el atraso y el centralismo, pero, a pesar de los cambios, la situación social seguía siendo tensa, ya que las transformaciones no satisfacían las crecientes demandas. En 1881 el zar reformista fue asesinado por un grupo terrorista llamado “Voluntad del Pueblo” que buscaba cambiar por completo la organización social. La trágica muerte de Alejandro II fue fatal para las ideas transformadoras, ya que a partir de entonces se detuvieron los cambios y toda política reformista fue considerada peligrosa.
Tato su sucesor, Alejandro III (1881-1894) como el último zar, Nicolás II (1894-1917) mantuvieron una política conservadora, opuesta a cualquier tipo de apertura política. A pesar de ello, durante la década de 1890 Rusia entró en un acelerado proceso de industrialización concentrado en San Petersburgo (por entonces la capital) y Moscú. Esto permitió que surgiera una naciente clase obrera, que criticó la situación sociopolítica del Estado ruso.
El Imperio de los zares era también un Estado multinacional. Si bien la gran mayoría de la población estaba compuesta de eslavos rusos y grupos afines -como ucranianos y bielorrusos-, también los polacos, finlandeses, lituanos, armenios, georgianos y diferentes pueblos de origen turco de Asia central -como los actuales habitantes de Kazajstán y Turkmenistán- vivían bajo la soberanía del zar. Para lograr cierta uniformidad, la política de los zares tendió a la “rusificación” de los diversos grupos, imponiendo el idioma ruso y expandiendo la religión cristiana ortodoxa.
A pesar de las graves dificultades, Rusia -como una gran potencia- mantenía una política expansionista hacia los Balcanes y el Extremo Oriente, es decir, la zona de Asia oriental que abarca China, Corea y Japón, e incluye Taiwán, Vietnam, Laos, Camboya, Birmania, Tailandia, Filipinas, Malasia, Indonesia y Siberia oriental.
El Imperio turco
El Imperio otomano o turco era otro de los grandes Estados multinacionales de la época. Formado en la Edad Media, a mediados del siglo XIX manifestaba una evidente decadencia, lo que motivaba que fuera llamado “el enfermo de Europa”. En realidad, no era un Estado europeo propiamente dicho, aunque dominaba toda la península Balcánica y su capital estaba en Estambul, la antigua Constantinopla. Su centro geográfico era la península de Anatolia, en Asia Menor, la población mayormente turca. Pero además ejercía soberanía sobre grandes áreas del Cercano Oriente y un dominio más formal que real sobre gran parte del norte de África. Turquía rea, por lo tanto, un Estado complejo, muy extenso y formado por gran variedad de pueblos, culturas, lenguas y religiones.
El gobierno estaba centralizado en un sultán, título que era entendido en Occidente como un poder absoluto. El sultán era también el jefe religioso, por lo cual se lo consideraba califa, es decir, sucesor del profeta Mahoma, y estaba asesorado por un consejo de hombres santos o ulemas. La sharía o código de leyes sagradas del Islam era la base de la legislación. Desde fines de siglo XIII, el sultanato era ejercido por la dinastía Osmanlí, de donde se origina el nombre de otomano.
En las décadas posteriores a la Guerra de Crimea (1854-1856), en la que Turquía recibió el apoyo de Francia y Gran Bretaña, que deseaban frenar la expansión rusa, la compleja estructura político-administrativa, el pesado sistema de tributos sobre los campesinos, la corrupción y el costo del ejército llevaron al país a la ruina.
Los intentos de cambio fracasaron hasta que un grupo reformista llamados jóvenes otomanos (precursores de los jóvenes turcos), entre los que se hallaban intelectuales, funcionarios y miembros del ejército, que criticaban al sultanato, presionaron para que en 1876 se promulgara una constitución de tipo occidental, que garantizaba la igualdad de derechos (aun a los cristianos), las libertades individuales y un gobierno de tipo parlamentario. Sin embargo, ese año llegó al poder un nuevo sultán, Abdul Hamid II, que volvió a concentrar todos los poderes, mantuvo los tribunales religiosos y suspendió la constitución, al tiempo que alimentaba sentimientos antieuropeos y antiliberales. Los reformistas tuvieron que exiliarse o fueron perseguidos.
La escasez de recursos económicos, la dependencia financiera del Reino Unid y de Francia y los problemas exteriores, sobre todo en los Balcanes (región ambicionada por otras potencias y donde Rumania, Bulgaria y Serbia habían logrado independizarse) y en el norte de África, aceleraron el debilitamiento del Imperio turco.
En esta situación se produjeron varias conspiraciones hasta que en 1908 se produjo un golpe de Estado, que obligó a Abdul Hamid II a restablecer la constitución que había anulado años atrás. Sin embargo, su política reaccionaria motivó el alzamiento revolucionario de los jóvenes turcos y su reemplazo por Mehmet V, quien se acercó a Alemania por su desconfianza hacia Rusia y Gran Bretaña. En esta época, Turquía fue tristemente conocida por las persecuciones contra los armenios, que desembocarían en el genocidio de 1915.
Las relaciones internacionales entre 1871 y 1914
Entre la unificación alemana y el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, las grandes potencias europeas establecieron un complejo sistema de alianzas militares. En ese lapso se pueden distinguir dos períodos en el desarrollo de las relaciones internacionales: la era Bismark (1871-1890) y la era de los bloques militares (1890-1914).
La era Bismark
Así se conoce a la etapa en la que el canciller Otto von Bismark impuso los intereses de la política alemana al resto de los países europeos. De esta manera se manifestaban no sólo la gran habilidad política del canciller alemán, sino también el creciente aumento del poder de su país, basado en su acelerado crecimiento industrial y en su potente ejército. La política de Bismark tuvo como objetivos:
Ø Evitar el estallido de una guerra en Europa y así consolidar la unidad alemana. Para ello era necesario mantener aislada a Francia diplomática y militarmente, dado que los franceses buscarían vengarse, con la ayuda de aliados, de la derrota militar de 1870 y recuperar los territorios de Alsacia y Lorena.
También hacía falta mediar en los conflictos entre Rusia y Austria-Hungría, que se enfrentaban por ganar influencia en la explosiva zona de los Balcanes, lo que podía desestabilizar toda la región.
Ø Mantener el poderío militar de Alemania, para disuadir a Francia o a cualquier otro Estado de iniciar una guerra.
Ø Evitar enfrentarse con Gran Bretaña en la expansión colonial. Por esta razón, en esta etapa, Alemania tuvo una política colonialista marginal.
Teniendo en cuenta los puntos anteriores, la política diplomático-militar de la Alemania de Bismark se puso en práctica mediante la concreción de un complejo sistema de alianzas cuyo eje fue el Segundo Reich alemán. Así, en 1890 Alemania estaba unida diplomáticamente por acuerdos militares paralelos a Austria-Hungría e Italia (Triple Alianza) y a Rusia por el Tratado de Reaseguro, un acuerdo secreto de neutralidad, que estaba en vigencia desde 1887. Además, Berlín había sido sede del Congreso Internacional de 1878 y de la Conferencia Colonial de 1885, y había auspiciado los Acuerdos del Mediterráneo entre Gran Bretaña, Italia y Austria-Hungría.
Esta complicada arquitectura diplomática estuvo favorecida por el aislamiento que Gran Bretaña se había autoimpuesto respecto de las alianzas militares europeas. Sin embargo, cuando a finales de la década de 1880 se inició la carrera imperialista por dominar Asia y África, las relaciones entre las grandes potencias se fueron tensando cada vez más y ya no resultó tan fácil para Alemania imponer su punto de vista.
La formación de los bloques enfrentados
La política exterior alemana comenzó a cambiar con la llegada del káiser Guillermo II. El nuevo emperador consideraba que su país era lo suficientemente fuerte como para deshacerse de la alianza con Rusia, establecida mediante el Tratado de Reaseguro. Esto motivó un conflicto con Bismark, quien finalmente fue destituido en 1890. Asimismo, el káiser manifestó que Alemania debía pasar a jugar un papel activo en la política mundial o Weltpolitik e iniciar una carrera de expansión colonial, como la que habían puesto en práctica Francia y Gran Bretaña. También anunció que su país iniciaría la construcción de una poderosa flota de guerra, abandonando así las prudentes ideas de Bismark de no despertar recelos con las otras potencias.
En 1894 Francia logró finalmente romper su aislamiento diplomático y concretar su deseada alianza antialemana, al firmar un acuerdo militar con el Imperio ruso. Desde ese momento Europa quedó dividida en dos bloques militares:
Ø La alianza entre Alemania y Austria-Hungría, a la que se sumó Italia
Ø La alianza entre Francia y Rusia.
A partir de entonces resultó de vital importancia la posición que adoptara Gran Bretaña, que se había mantenido alejada de los compromisos militares. Pero desde comienzos de siglo XX los grupos dirigentes británicos decidieron cambiar de postura. ¿Qué los llevo a tomar esa decisión? En 1901, la supremacía inglesa declinaba como consecuencia del surgimiento de otras potencias industriales -como los Estados Unidos y Alemania- y coloniales -como Francia y Rusia- que rivalizaban con el Imperio británico. Los políticos de este país entendieron que Alemania constituía una amenaza mayor y decidieron solucionar los conflictos coloniales con franceses y rusos.
Así, en 1904 Gran Bretaña firmó con Francia la Entente Cordiale, un acuerdo por el cual se repartían un sector del norte de África; en 1907 firmó con Rusia otro acuerdo por el cual se dividían una amplia región de Asia central. Estos acuerdos acercaron a Francia y a Rusia con Gran Bretaña que, paralelamente, se alejó cada vez más de la política alemana. Así quedó Europa en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, condicionada por las alianzas militares y por los conflictos nacionalistas, religiosos y culturales que enfrentaban austríacos y rusos en la zona de los Balcanes.