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Trabajo Práctico 11 “La Segunda Revolución Industrial y el Imperialismo”

Trabajo Práctico 11 “La Segunda Revolución Industrial y el Imperialismo”

Actividades de comprensión lectora

1.       Responde verdadero o falso (Justifica)

a.    Durante la segunda mitad del siglo XIX se produjeron nuevos conocimientos y formas de ver el mundo, como por ejemplo en el ámbito de las Ciencias Sociales, mediante el positivismo, una escuela filosófica establecida por Auguste Comte.

b.    La segunda revolución producida en los transportes, tanto en el ferrocarril, como en el transporte marítimo fue establecida por el uso del carbón y la máquina a vapor.

c.    Los protagonistas principales de la Segunda Revolución Industrial fueron los Estados Unidos y Alemania.

d.   Taylor concibió una nueva forma de trabajo, incorporando una cinta transportadora conocida como cadena de montaje, que trasladaba las piezas a las que se iban añadiendo otras hasta terminar el producto.

e.    La mayoría de los estudiosos han llegado a la conclusión, que la causa primordial del Imperialismo está dada exclusivamente por el aumento demográfico producido en Europa a lo largo del siglo XIX. 

2.  Responde

a.       Define imperialismo y colonialismo

b.       ¿Cuáles fueron las causas del imperialismo?

c.        ¿Qué consecuencias produjo?

 

 3- Ubica en un planisferio las colonias tomando un color diferente para cada potencia imperialista?

Información para realizar las actividades

En la segunda mitad del siglo XIX se inició la llamada “Segunda Revolución Industrial”, una etapa caracterizada por la aparición de nuevas potencias industriales como también de fuentes de energía y formas de trabajo desconocidas hasta entonces. A fines del siglo ya estaba en marcha una nueva carrera por el dominio colonial, que se denominó “Imperialismo”

La Segunda Revolución Industrial fue un proceso de innovaciones técnicas y transformaciones económicas que comenzó aproximadamente en 1870 y se extendió hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914. Fue una época de importantes cambios económicos y sociales derivados de un acelerado desarrollo tecnológico.

La tecnología de la Segunda Revolución Industrial superó a las innovaciones productivas de la Primera Revolución Industrial y transformó la vida cotidiana con nuevas fuentes de energía, nuevos materiales para la producción y el consumo, y nuevos medios de comunicación y transporte.

La Segunda Revolución Industrial no se limitó a Gran Bretaña, sino que se desplegó también en otros países de Europa occidental (especialmente en Alemania), así como en Estados Unidos y Japón. Además, favoreció la expansión del capitalismo a escala mundial.

Las características principales de la Segunda Revolución Industrial fueron:

·         La aceleración y expansión a varios países (especialmente Alemania, Estados Unidos y Japón) del proceso de industrialización que había tenido una primera fase en Gran Bretaña durante la Primera Revolución Industrial.

·         La implementación de un nuevo sistema de producción llamado “producción en serie” o “producción en cadena”, que empleaba la cadena de montaje y una división racional del trabajo para aumentar la productividad en las fábricas.

·         El desarrollo del transporte (por el incremento en la producción del acero para la construcción de líneas férreas y embarcaciones, así como por el uso de nuevos combustibles y el invento del automóvil y el avión con motores de combustión interna).

·         El uso de nuevos materiales y fuentes de energía gracias a innovaciones técnicas y químicas (como el petróleo y la electricidad).

 

·         La transformación en el área de las telecomunicaciones gracias a la invención del teléfono y la radio, además de otras innovaciones como el fonógrafo y el cinematógrafo.

La mecanización del trabajo

Las nuevas industrias nacieron como consecuencia de una profundización de la mecanización que había surgido con la Primera Revolución Industrial, sumada a los nuevos inventos tecnológicos, al uso de nuevas fuentes de energía y a novedosas técnicas de organización del trabajo. A lo largo del siglo XX se desarrollaron las máquinas automáticas, capaces de fabricar piezas para otras maquinarias (proceso denominado automatización industrial).

El nuevo sistema de producción introducido durante la Segunda Revolución Industrial para acelerar los tiempos de producción, se basó en el modelo del estadounidense Frederick Taylor, comúnmente conocido como taylorismo u organización científica del trabajo. Consistía en un modelo de producción en serie en el que cada obrero debía realizar una parte de una pieza dentro de una cadena de montaje y en un tiempo determinado (controlado por medio de cronómetros), a fin de reducir los costos de producción y aumentar la productividad de las personas al máximo posible.

 

En 1901 el empresario Ransom Olds empleó por primera vez la línea de ensamble y, poco después, la fábrica automotriz Ford Motors Company adoptó para la fabricación del modelo Ford T el sistema taylorista, a la vez que perfeccionó la línea de ensamble al incorporar una cinta transportadora e incorporó un nuevo aspecto social: el aumento del salario de los trabajadores. Esto último se debió a la idea de su fundador, Henry Ford, de que cada obrero debía ganar lo suficiente para poder comprarse uno de los autos que fabricaba, lo que garantizaba un aumento del consumo.

En conjunto, este sistema productivo fue conocido como fordismo y tuvo enormes consecuencias: redujo los costos de producción y multiplicó la cantidad de automóviles fabricados y vendidos. En 1908 se habían fabricado once automóviles Ford T en un mes, mientras que en 1910 se fabricaron más de 10.000 y, en 1914, alrededor de 250.000. El tiempo de montaje de cada coche había pasado de doce horas y media a 93 minutos, y su precio bajó proporcionalmente.

El desarrollo del transporte

Una de las características más evidentes de la Segunda Revolución Industrial fue la expansión de las vías férreas, que se benefició del creciente uso del acero y favoreció el movimiento de productos y personas. Inglaterra se especializó en la construcción de ferrocarriles, y se dedicó a exportar insumos ferroviarios a otros países, lo que generó un vínculo de dependencia de los países compradores, que dependían de los repuestos y el servicio técnico ingleses.

La generación de electricidad también permitió el desarrollo del ferrocarril eléctrico que, si bien inicialmente no reemplazó a la locomotora a vapor, fue importante para el transporte urbano de pasajeros a partir de la invención del tranvía eléctrico (cuya primera vía se inauguró en 1881 en Berlín).

El aumento de la producción llevó a la búsqueda de nuevas técnicas y nuevos combustibles. Los barcos empezaron a ser construidos con acero y se inventó la turbina a vapor, lo que permitió que fueran más grandes, que tuvieran mayor velocidad, y que el costo de mantenimiento fuera menor. Todo esto benefició a la circulación de mercancías que expandió el comercio mundial. A lo largo del siglo XX, se incrementó el uso del petróleo en la navegación.

Los nuevos combustibles permitieron el desarrollo del automóvil y los aviones. El motor de combustión interna que empleaba gasolina fue incluido por primera vez en un modelo de automóvil en 1886, a cargo del ingeniero alemán Karl Benz, y luego se perfeccionó con el modelo Ford T diseñado por el empresario estadounidense Henry Ford, en 1908. La aviación cobró mayor importancia a partir de la Primera Guerra Mundial, pero dependió de las innovaciones introducidas durante la Segunda Revolución Industrial.

Las nuevas fuentes de energía

 

Dos de las innovaciones más importantes de la Segunda Revolución Industrial fueron la explotación y destilación de petróleo, y la generación industrial de electricidad.

En 1848 el químico escocés James Young tenía un pequeño negocio que refinaba petróleo crudo. Si bien hubo algunos antecedentes en China, fue a partir de este momento, y del desarrollo en 1859 del método para perforar pozos del estadounidense Edwin Drake, que se extendió por todo el mundo la técnica que permitió la perforación de pozos.

Uno de los combustibles derivados del petróleo fue el queroseno, utilizado para la iluminación (resultaba más eficiente y menos costoso que los aceites vegetales). También permitió elaborar gasolina para motores de combustión interna (automóviles y aviones). La creciente importancia del petróleo dio origen en 1870 a la Standard Oíl, una de las primeras empresas multinacionales de tendencias monopólicas.

La generación industrial de electricidad fue la otra gran innovación del período, resultado de estudios y experimentos que realizaron diversos investigadores. Thomas Alva Edison fue quien inventó en 1879 un tipo de lámpara incandescente de filamento de carbono, que permitió su uso para el alumbrado público y del hogar. Este método reemplazó al antiguo sistema de iluminación con queroseno y transformó la vida en las ciudades y las fábricas. La energía eléctrica también posibilitó otras innovaciones, como el teléfono, la radio o el tranvía.

 

Las telecomunicaciones

Entre las innovaciones más importantes de la Segunda Revolución Industrial se cuentan las que se dieron en las telecomunicaciones, entre ellas:

·         El telégrafo y la radio. El telégrafo fue inventado antes de la Segunda Revolución Industrial, y ganó popularidad gracias al sistema desarrollado en 1837 por el estadounidense Samuel Morse, creador del “código morse”. El artefacto permitía una comunicación al instante mediante un idioma de puntos y líneas. Alcanzó una gran repercusión en las principales ciudades del mundo, donde se tendieron extensos cableados, en un principio para el uso de los ferrocarriles.
Posteriormente, el alemán Heinrich Hertz comprobó la existencia de ondas electromagnéticas, y el italiano Guillermo Marconi aplicó estos conocimientos al desarrollo de un telégrafo inalámbrico que dio origen a la radio a comienzos del siglo XX.

·         El teléfono. En 1876, el ingeniero escocés Alexander Graham Bell patentó en Estados Unidos el teléfono, un dispositivo de telecomunicación diseñado para transmitir conversaciones por medio de señales eléctricas. Si bien algunos investigadores sugieren que el invento fue anterior a la patente de Graham Bell, lo cierto es que este dispositivo cobró importancia creciente a lo largo del siglo XX.

·         El cinematógrafo. En 1895 los hermanos Lumière crearon en Francia el primer cinematógrafo que transmitía imagen sin sonido. La primera película que emitieron se llamó “Salida de los obreros de la fábrica Lumière”. A partir de entonces, el cine resultó un medio de expresión y de comunicación de gran influencia.

Los avances en la ciencia y en la química

Las investigaciones científicas de la época de la Segunda Revolución Industrial no solo incidieron en la producción y las comunicaciones, sino también en la sanidad y la medicina, pues permitieron controlar o reducir enfermedades y extender así la esperanza de vida.

En 1864 el químico Louis Pasteur creó un proceso para la conservación de los alimentos denominado “pasteurización”, que permitía destruir los microorganismos y bacterias, sin alterar la composición original de la sustancia. Sus estudios en microbiología también influyeron en el desarrollo de vacunas y antibióticos.

En 1882 el médico y microbiólogo Robert Koch describió la bacteria que causaba la tuberculosis. En 1897 el químico Félix Hoffmann descubrió el ácido acetilsalicílico que, dos años más tarde, la compañía Bayer patentó con el nombre de Aspirina.

Los experimentos y las investigaciones en el área de la química también impulsaron el desarrollo de fertilizantes para la producción agrícola y de explosivos que sirvieron en la minería y en la actividad militar, por ejemplo, durante la Primera Guerra Mundial. Algunas de estas investigaciones permitieron el posterior desarrollo de armamento nuclear, como el que fue utilizado durante la Segunda Guerra Mundial.

 

Las consecuencias de la Segunda Revolución Industrial

 

La producción sistemática desarrollada durante la Segunda Revolución Industrial tuvo como consecuencia la aceleración de la producción, lo que aumentó la competitividad de las grandes empresas en el mercado (En economía, el mercado es un espacio físico o virtual en el que se realizan intercambios de bienes, servicios y activos líquidos por dinero. El intercambio se da entre compradores y vendedores que pueden interactuar de manera directa o a través de instituciones o plataformas. Es un proceso en el que tanto el vendedor como el comprador obtienen algún beneficio.) y, a su vez, incrementó el desempleo debido a la sustitución de empleados por maquinarias. Además, el uso de nueva tecnología fomentó el consumo de masas (tanto de productos como de entretenimiento) e impulsó otras innovaciones que cambiaron las formas de vida a lo largo del siglo XX.

Otra consecuencia de la Segunda Revolución Industrial fue la extensión del fenómeno de la urbanización, que amplió la cantidad de grandes ciudades, aún más pobladas y modernizadas mediante el uso de la electricidad para la iluminación, el transporte (tranvía eléctrico) y las comunicaciones (teléfono); la construcción de grandes obras de ingeniería (como puentes de hierro forjado o acero); y, en ciudades como Nueva York o Chicago, enormes rascacielos (posibles gracias a la industria del acero, el hormigón armado y la invención del ascensor).

En esta época cobró impulso la organización del movimiento obrero, principalmente por iniciativa de sindicatos socialistas y anarquistas, que buscaban hacer frente a la creciente explotación laboral y a la desocupación, y tenían el objetivo de mejorar el nivel de vida de los trabajadores y reclamar una mejor distribución de la riqueza. En algunos casos, estos reclamos se vincularon con el propósito de conquistar el poder político o transformar el orden social.

 

En el plano internacional, la Segunda Revolución Industrial fomentó la expansión mundial del capitalismo, que favoreció a los países industriales que producían manufacturas, y también acompañó al fenómeno del imperialismo que, entre otras cosas, impulsó el reparto de África entre las grandes potencias de Europa. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, los avances tecnológicos que formaron parte de esta segunda etapa de industrialización dieron forma a un nuevo tipo de conflicto, mucho más letal que los anteriores debido al empleo de las nuevas tecnologías.

 

 

El imperialismo

 

El término imperialismo hace referencia a la actitud, doctrina o acción que conduce al dominio de un estado sobre otro u otros mediante el empleo de la fuerza militar, económica o política.

Durante el último tercio del siglo XIX las potencias europeas y algunas extraeuropeas (USA y más tarde Japón) desarrollaron una política de expansión colonial acelerada que ya venía gestándose desde comienzos de siglo. Esta nueva fase del colonialismo, que recibe la denominación de imperialismo, tendía a la formación de grandes imperios y constituyó una constante fuente de conflictos que desembocaron en la 1ª Guerra Mundial. 

Colonialismo e imperialismo

Para algunos autores ambos términos son sinónimos, otros aprecian diferencias entre ellos:

El colonialismo

Suele aludir a las primeras fases de la expansión europea, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Las metrópolis controlaron una serie de territorios, explotados económicamente, que alentaron relaciones de subordinación con los pueblos autóctonos de la zona, a los que impusieron sus estructuras y formas de vida. Se impulsó el control de rutas, lugares estratégicos y la creación de zonas de influencia, pero no quedó claramente establecida una conducta de conquista continua y sistematizada. 

El imperialismo

A diferencia del anterior, tiene fuertes connotaciones nacionalistas: los estados que lo practicaron pretendían la conquista sistemática de la mayor cantidad posible de territorios con el objetivo de alcanzar el rango de potencias mundiales. No buscaban tanto la transformación cultural de estas zonas como su control político, económico y militar. Este proceso adquirió nitidez en el último tercio del siglo XIX.

El tránsito del colonialismo tradicional al imperialismo

Se produjo en la 1ª mitad del siglo XIX y estuvo marcado por la crisis del antiguo colonialismo expresada en la pérdida de las colonias americanas de Gran Bretaña y España, la desaparición de las doctrinas económicas mercantilistas[1] y la lucha por la abolición de la esclavitud.
La expansión continuó durante la 2ª mitad del siglo, fruto de la pretensión de ganar nuevas áreas de influencia, alentada por la industrialización europea -ávida de nuevos mercados- y el desarrollo técnico y militar. Otros factores que contribuyeron a dicha expansión fueron las exploraciones geográficas y misioneras en busca de la extensión de la ciencia y el cristianismo respectivamente. En 1885, en la Conferencia de Berlín, las potencias acordaron el reparto sistemático del continente africano.

 

CAUSAS

Fenómeno de gran complejidad, son múltiples las causas o factores que lo propiciaron:

 

Causas demográficas

 

En el período comprendido entre 1850 y 1900 la población europea pasó de 300 a 450 millones de almas. Las penosas condiciones de vida de la clase trabajadora en los países industrializados animaron a muchos a buscar mejores perspectivas de vida en los territorios que iban ocupándose.

Este incremento demográfico también afectó a potencias asiáticas como Japón y continuó en ascenso hasta 1914. Parte de esa población fue absorbida por los territorios coloniales a través de una persistente inmigración que en ocasiones llegó a alterar de manera sustancial la composición étnica de extensas áreas. 

Los avances médicos, como el uso de la quinina[2], contribuyeron en gran medida a estas migraciones, ya que permitieron combatir con éxito enfermedades endémicas como el cólera, tifus o el paludismo que hasta entonces habían hecho inhabitables para el hombre blanco extensos territorios.

Causas económicas

Fueron fruto de la expansión del capitalismo industrial y se fundamentaron en:

  • La búsqueda de nuevos territorios donde invertir el exceso de capitales acumulados. Éstos encontraron una productiva salida en forma de créditos otorgados a las minorías indígenas colaboradoras con la metrópoli, pero fundamentalmente en la financiación de infraestructuras tales como ferrocarriles, puertos o grandes obras de ingeniería (canal de Suez, Canal de Panamá, etc.).
  • La exploración y conquista de zonas donde conseguir materias primas y energéticas abundantes y baratas. A las colonias se les asignó el papel de abastecer a las industrias metropolitanas.  
  • El control de espacios donde establecer mercados que asegurasen en régimen de monopolio la colocación de los productos industriales. 
  • La utilización de una mano de obra no cualificada pero barata y dócil (en ocasiones esclava), que redujo los costes de extracción de las materias primas y contribuyó al éxito de la agricultura de plantación.

Causas políticas

En el último tercio del siglo XIX el nacionalismo[3] que en sus inicios había estado ligado al liberalismo y el romanticismo[4] se transformó en un movimiento conservador y significado componente del imperialismo.

Los estados adoptaron una política de prestigio en un intento de atraerse a las masas populares y desarrollaron una acción diplomática dirigida por fuertes personalidades (BismarckChamberlainJules FerryLeopoldo de BélgicaCecil Rhodes, etc.) quienes, apoyadas en gran medida por la prensa y otros medios, propugnaron desde una postura chovinista [5] la formación y consolidación de extensos dominios coloniales.

Además, las potencias ambicionaban alcanzar la hegemonía colonial mediante el control comercial y militar de las rutas marítimas y terrestres, al tiempo que obstaculizaban por todos los medios la expansión de sus rivales.

Esta política alimentó incontables episodios de tensión y conflicto que constituyeron el preludio de la Primera Guerra Mundial.

 

Causas científicas y técnicas

 

A lo largo del siglo XIX se irá completando el proceso de exploración del planeta iniciado en el siglo XV. Muestra de ello fue el fomento de estudios geográficos, geofísicos y geológicos. Desde mediados de siglo una serie de autores (Julio Verne, Kipling, Jack London, etc.) alentaron la curiosidad y la aventura a través de obras que evocaban ambientes envueltos en un halo de misterio, difundidas a través de publicaciones periodísticas o literarias repletas de atractivas ilustraciones.

Las sociedades geográficas alcanzaron una enorme importancia y contribuyeron a propagar esa afición mediante conferencias y congresos. También organizaron expediciones de carácter antropológico y biológico que, en todo caso, sirvieron para crear nuevas rutas de índole militar o económica.

Se exploraron los grandes ríos africanos como el Nilo, Níger, Congo o Zambeze en expediciones emprendidas por periodistas (Stanley), misioneros (Livingstone) o aventureros (De Brazza).

Se penetró en Asia llegando al Himalaya, se atravesó Siberia y el desierto australiano y, finalmente (ya en el siglo XX), fueron alcanzados el Polo Norte (Peary) y el Polo Sur (Amusden).

Las tesis darwinistas[6], con sus presupuestos sobre la evolución de las especies, fueron extrapoladas al campo social con el fin de justificar el predominio de los más aptos (los blancos) sobre los menos aptos. 

La superioridad técnica se hizo abrumadora en el campo militar (armas de fuego, transporte masivo y rápido, esmerada organización, etc.), procurando una ventaja a los conquistadores que palió con creces su inferioridad numérica. 

Causas ideológicas

Desde posiciones nacionalistas y chovinistas se desarrollaron teorías racistas que justificaban e impulsaban la expansión territorial, con o sin el consentimiento de los pueblos autóctonos.

En sus formas más moderadas el racismo se disfrazó en ocasiones de un paternalismo que sostenía de la necesidad del hombre blanco de “rescatar del atraso” de las poblaciones autóctonas, mediante la instrucción y la educación.

En sus formas más moderadas el racismo se disfrazó en ocasiones de un paternalismo que sostenía la necesidad del hombre blanco de “rescatar del atraso” a las poblaciones autóctonas, mediante la instrucción y la educación.

En esa labor se destacó la actividad misionera de las iglesias cristianas anglicana, católica y protestante, que causó gran impacto en las poblaciones indígenas que poseían una mentalidad totalmente ajena a la occidental.

En todas estas posiciones subyacía una ideología de carácter etnocentrista que ensalzaba la cultura europea y occidental y descalificaba al resto, considerado bárbaro, salvaje y primitivo.

 

LOS IMPERIOS COLONIALES

El Imperio británico

 

Fue el más extenso de todos, comenzó a formarse en el siglo XVIII, pero alcanzó la madurez durante el largo reinado de Victoria (1837-1901), impulsado por la acción de sus ministros Disraeli y Chamberlain. Hasta entonces había controlado fundamentalmente territorios costeros o islas con claras aspiraciones comerciales o estratégicas. Algunos de ellos habían pertenecido a Francia, Holanda o España: El Cabo en el Sur de África, la isla de Ceilán en el Índico, Malta y Corfú en el Mediterráneo, Gibraltar y Santa Elena en el Atlántico, etc. La derrota de Napoleón reforzó su posición dominante.

Sus dominios se extendían por los cinco continentes:

Asia

La constitución del imperio británico en Asia fue temprana, en 1885 ya se ha completado. La India fue sin duda el dominio más importante. Se trataba de una colonia de explotación administrada desde 1777 por la Compañía de las Indias Orientales. Se convirtió en la principal suministradora de materias primas (algodón, yute, té, etc.). Constituida en el eje del imperio, la construcción del canal de Suez agilizó de manera notable las relaciones con la metrópoli. Para mantenerla protegida de los territorios coloniales de otras potencias Gran Bretaña creó en torno a ella una serie de estados tapón, como Beluchistán (en el actual Pakistán) o Afganistán.
A raíz de la sublevación de los cipayos
[7], soldados indios al servicio de Gran Bretaña, la Corona tomó directamente el gobierno de la India que había estado dirigido por la citada Cía. de las Indias Orientales.

Otras áreas de dominio británico en Asia fueron Malaca y Singapur; ésta se convirtió en un punto estratégico en las rutas marítimas. Birmania, que había constituido un protectorado semiindependiente fue anexionada en 1885, lo que supuso la creación de una vía terrestre hacia China.

En China, que conservó nominalmente la independencia, amplió su influencia tras el tratado de Nankín (1842) que puso fin a la “Guerra del Opio” [8]. A partir de entonces China se vio obligada a ceder Hong Kong y a abrir cinco puertos costeros al comercio exterior. Ello dio paso a los llamados "Tratados desiguales" que no sólo permitieron las injerencias británicas en los asuntos chinos, sino también las de otras potencias como Francia y Estados Unidos. Más tarde, en 1860, por el Tratado de Tient-Sin, el gran imperio asiático hubo de transigir en la apertura de otros once puertos. 

Mediterráneo: En el controló una serie de colonias que jalonaban el camino hacia la India una vez abierto el Canal de Suez. Desde Gibraltar se sucedieron Malta y Suez. Pronto intervino en Egipto que, aunque conservó nominalmente su independencia, en realidad fue controlado por franceses y británicos.

África

En África avanzó desde el sur (El Cabo) intentando enlazar con el Sudán. Cecil Rhodes se anexionó los territorios que llevan su nombre (Rodesia), hoy repartidos entre Zimbabwe y Zambia.

En esta progresión hacia el norte chocará con los boers, pobladores de origen holandés establecidos en Transvaal y Orange, así como con la población zulú a la que venció en 1879. Con esta conquista impidió que Portugal pudiera progresar de oeste a este y unir sus colonias de Angola y Mozambique.

Esta expansión se completó con la incorporación de Nigeria, parte de Somalia (1884), Kenia y Uganda.

En el control del Valle del Nilo chocó contra la otra gran potencia imperialista de África: Francia.

Una vez alejado el peligro de una guerra entre ambas potencias tras el “Incidente de Fachoda” [9] (en Sudán), el imperio británico se adueñó de una de las áreas más ricas de África: el sur, pródigo en oro y diamantes; y el valle del Nilo (Egipto y Sudán), con sus fértiles cultivos de algodón. Su control le permitió además proteger las principales rutas que conducían a la India.

 

Oceanía

Nueva Zelanda fue convertida en colonia británica en 1841 quedando su población indígena, los maoríes, bajo la soberanía de la metrópoli. Australia fue utilizada gran parte del siglo XIX como prisión donde eran destinados determinados convictos.

Estos dominios se completaron con algunos archipiélagos del Pacífico.

La penetración europea se realizó siguiendo las pautas de formación de colonias de poblamiento que sirvieron de drenaje a los excedentes demográficos británicos y del norte de Europa, provocando en muchos casos la casi total desaparición de las poblaciones indígenas.

América

Canadá redondeó este imperio universal. Fue convertida en dominio en 1867 siéndole otorgado un amplio grado de autonomía. Honduras, Jamaica o Guayana constituyeron asimismo posesiones británicas

El Imperio francés

Constituyó en el siglo XIX, tras el británico, el segundo gran imperio en importancia y extensión. Su más significado impulsor fue Jules Ferry quien intentó mediante la política imperialista contrarrestar la derrota infringida por los prusianos en 1870 y estimular la autoestima nacionalista francesa. A comienzos de la centuria las posesiones ultramarinas de Francia se centraban en las Antillas y algunas plazas de la India. 

Mediado el siglo los territorios bajo su dominio se incrementaron y se extendían por todo el orbe:

En África

En 1847 conquistó Argelia, centro de los dominios del noroeste del continente. Posteriormente, en 1881, conquistó Túnez y en 1905 estableció un protectorado en Marruecos con la oposición de Alemania, provocando dos crisis que a punto estuvieron de desembocar en un conflicto bélico de carácter internacional.

El territorio conocido como Congo francés (el otro sería el belga) fue declarado colonia en 1881.

Sin embargo, perdió influencia en Egipto y Sudán, ambos territorios cayeron bajo el dominio británico. En el centro del continente poseía Senegal, Guinea, Costa de Marfil, Benín (Dahomey) y Chad.

En 1908 consiguió Madagascar, pero tras el incidente de Fachoda con los británicos abandonó el proyecto de unir los extremos este y oeste del continente que le hubiesen permitido abrirse a los océanos Atlántico e Índico a través de Sudán.

Además de los problemas con Gran Bretaña, la expansión francesa por África no estuvo exenta de tropiezos con otras potencias como es el caso de Alemania.

En un deseo de resarcirse de la pérdida de Sudán (tras Fachoda) proyectó controlar todo el Magreb (en especial Marruecos), pero entró en colisión con Alemania, dando origen a la crisis de 1905 que sería, solventada tras la Conferencia de Algeciras (1906).

En 1911 se desató entre ambas potencias un nuevo conflicto que se saldó con la concesión de la ampliación del territorio de Camerún en beneficio de Alemania. Estas desavenencias hay que enmarcarlas en el clima de tensión que vivía la política internacional en la antesala de la Primera Guerra Mundial.

 

 

 

En Asia

Conquistó Indochina: Birmania, Laos, Tailandia, Vietnam (Annam y Tonkín), Camboya y Malasia, formando con ellos la “Unión Indochina”. Intervino en China consiguiendo trato de favor para el comercio a través de los denominados "Tratados desiguales".

En Oceanía

Dominó Nueva Caledonia y otras islas del Pacífico.

En América

Controló en el océano Pacífico Tahití y las Islas Marquesas y el archipiélago de Miquelón en Canadá. En América del sur controló la Guayana.

Otros imperios europeos

Rusia

No se proyectó fuera de su propio ámbito geográfico y buscó su expansión terrestre por Asia siguiendo la tradición iniciada en el siglo XVI.
La acción expansiva rusa en el siglo XIX se dirigió en tres direcciones:
incorporación de las tierras al sur del Cáucaso, zona costera del Pacífico (Vladivostok), Turquestán y Pamir. En el intento de dominio de Manchuria, Rusia será derrotada por Japón en 1905.

Alemania e Italia

Ambos países, ocupados en su proceso de unidad nacional, se incorporaron tardíamente a la empresa imperialista.

Alemania logró anexionarse tras la Conferencia de Berlín algunas posesiones africanas: Togo, Camerún y Tanganica; en Oceanía: Nueva Guinea y los archipiélagos de Bismarck, Marianas y Carolinas (éstas últimas compradas a España por Guillermo II en 1899).

Italia ocupó una serie de territorios africanos: Eritrea, la costa somalí del océano Índico, pero fue derrotada en Adua (Abisinia). Más tarde arrebató Trípoli y la Cirenaica (en la actual Libia) a Turquía.

Bélgica

Se aseguró el dominio de la cuenca del Congo que tras el Congreso de Berlín en 1885 fue incorporado a la soberanía personal del rey Leopoldo II.

 

Portugal y España

 

Portugal reafirmó y aseguró su presencia en Angola y Mozambique, pero su proyecto de unir ambos territorios fracasó.

España, tras una guerra con USA, perdió en 1898 sus colonias de Cuba, Puerto Rico, Guam (Oeste del Océano Pacífico) y Filipinas. Sin embargo, conservó en África Occidental Ifni, Rio Muni y Fernando Poo.

 

Los imperios no europeos

Estados Unidos

 

Tras la Guerra de Secesión (1861-1865) iniciaron su expansión colonial con la compra de Alaska a Rusia y la guerra con España (1898), que le confirió el dominio del Caribe (Puerto Rico) y la influencia sobre Cuba. En Asia arrebató Filipinas a España.

Sin embargo, gran parte de la acción imperialista de USA se concentró en la conquista de los enormes territorios situados al Oeste de las primigenias 13 Colonias. El proceso alcanzó su máximo apogeo en el período comprendido entre 1860 y 1890, concluyendo con la derrota de la resistencia aborigen.

No obstante, el imperialismo norteamericano se fundamentó no tanto en la ocupación de territorios fuera su ámbito geográfico como en el control económico que ejerció sobre todo el continente americano. 

Japón

Tras la Revolución Meiji[10] y su rápida industrialización se anexiona diversos territorios asiáticos: Formosa y Corea a costa de China. Más tarde lo hará con Manchuria.

ORGANIZACIÓN DE LOS IMPERIOS COLONIALES

Varió según las circunstancias y el lugar, adoptando diversas formas: desde las relaciones diplomáticas a la simple conquista acompañada del exterminio de los pueblos aborígenes,

El uso que se dio a los territorios sojuzgados también fue diverso.

Hubo tres diferentes formas de dominación y organización colonial:

Las colonias de administración directa

Territorios que por el derecho de conquista habían caído en la órbita de la metrópoli. Ésta imponía sus funcionarios y sus instituciones, organizando la administración. Fueron las más extendidas.

Protectorados

Territorios donde se respetaba el gobierno indígena responsable de la actividad interior del área, mientras la política exterior y militar era gestionada por la metrópoli. En la práctica, al seguir las directrices marcadas por esta, los protectorados quedaban sujetos a la soberanía de la potencia con la que habían pactado. Fue un modelo utilizado por Francia (Marruecos) y Reino Unido (Birmania).

Dominios

Territorios con mayoría de colonos respecto a la población indígena que consiguieron un amplio autogobierno limitado por un gobernador metropolitano. Fueron los casos de Canadá, Australia y Nueva Zelanda respecto a Gran Bretaña.

Territorios metropolitanos

Considerados como una prolongación de la metrópoli. Por ejemplo, Argelia con respecto a Francia.

Concesiones

Territorios cedidos o alquilados por estados independientes a la metrópoli, codiciados por su interés estratégico o comercial. Fue el caso de China que, tras la Guerra del Opio, hubo de ceder algunos de sus puertos (Hong Kong) al Reino Unido

RESISTENCIA AL IMPERIALISMO

Pese a la superioridad técnica y militar de los colonizadores, la penetración en determinados territorios no estuvo exenta de conflictos con sus habitantes; en algunos casos supusieron auténticos descalabros militares para los ejércitos imperialistas.

Por otra parte, no toda la población metropolitana estuvo de acuerdo en la acción agresiva de sus propios estados. Pronto surgieron voces contrarias a lo que consideraban una agresión y un expolio injustificables.

La oposición al imperialismo en las metrópolis

En el seno de las potencias imperialistas se alzaron voces que desautorizaron la política expansionista de sus gobiernos. Esta oposición arrancó a finales de siglo XIX para hacerse más fuerte ya en el XX.

Generalmente fueron las formaciones políticas y los intelectuales de izquierda los que denunciaron los excesos cometidos sobre los pueblos sometidos y su posterior explotación. Significativa fue la labor de la Segunda Internacional [11], que en el Congreso de Stuttgart (1907) denunció la política imperialista. Lenin en su obra "El Imperialismo, fase superior del capitalismo" apoyaba la alianza entre los movimientos de independencia de las colonias y la clase trabajadora de las metrópolis a fin de realizar la revolución. 
Otras conciencias que criticaron esa política fueron las de algunos misioneros, testigos de primera línea de la actuación imperialista.

 

LOS CONFLICTOS ENTRE POTENCIAS IMPERIALISTAS

 

Durante el siglo XIX, a medida que progresaba la expansión colonial, se produjeron disputas entre las potencias imperialistas en su intento por controlar territorial, política y militarmente amplias áreas de África, Asia y Oceanía.

Con la pretensión de evitar esos conflictos en 1884 se reunieron en Berlín los representantes de 12 estados europeos más los de Estados Unidos y Turquía para concretar sus respectivas posiciones en el reparto de África.

Esta conferencia supuso un intento de atenuar por la vía diplomática las diferencias que entrañaba la competencia imperialista en dicho continente.

Tras la reunión subyacía la pretensión del canciller Bismarck de hacer de Alemania una potencia imperialista. Alemania había llegado con retraso al reparto colonial y deseaba ostentar una posición internacional acorde a su potencial económico y político.

También fueron tratados otros asuntos como el aseguramiento del Congo belga bajo el dominio personal del rey Leopoldo II o la resolución de las tensiones originadas por las coincidentes aspiraciones de Francia y Gran Bretaña sobre Egipto.

En el Congreso de Berlín se adoptaron las siguientes resoluciones:

  • Se reconocía a Leopoldo II el dominio exclusivo del Congo belga, frente a las ambiciones francesas sobre parte de esa colonia.
  • Gran Bretaña y Francia habían de resolver por sí mismas sus diferencias.
  • Se determinó que aquella potencia que controlara el litoral de un territorio ostentaría de hecho la autoridad sobre el interior del mismo. Ello estimuló la penetración desde la costa hacia el interior del continente en una frenética lucha por hacerse con la mayor extensión posible e impedir que los rivales hiciesen lo mismo.

El Congreso o Conferencia de Berlín se ciñó exclusivamente a los asuntos concernientes al continente africano, dejó de lado las restantes zonas de proyección imperialista. Aceleró el proceso de reparto, de hecho, pocos años más tarde (salvo Liberia y Abisinia) no existía en África ningún territorio que se sustrajera a la dominación europea.

A pesar de los intentos por canalizar pacíficamente el proceso imperialista, los enfrentamientos se agudizaron en la primera década del siglo XX, constituyendo la antesala de la I Guerra Mundial.

La guerra anglo-bóer

Los bóers (también llamados afrikáners) eran granjeros de origen holandés que se habían establecido en la zona de El Cabo a mediados del siglo XVII. De fe calvinista y profundamente racistas, habían despojado a los aborígenes de sus tierras.
Entre 1835 y 1845 hubieron de retirarse de esos territorios ante la presión de los colonos británicos y se establecieron en las zonas más norteñas de Orange y Transvaal. Es en esta zona donde chocaron de nuevo los intereses de los colonos británicos (en su mayoría mineros) y los de los bóers (fundamentalmente ganaderos y agricultores).

El conflicto se inició tras el descubrimiento en 1886 de ricos yacimientos de oro y diamantes en los territorios bóers. Gran Bretaña, además, por razones geopolíticas, tenía un elevado interés en unir el continente africano de norte a sur bajo su soberanía, en tanto que los bóers además de otros pueblos como los zulúes, obstaculizaban esas pretensiones.

En la guerra anglo-bóer que durará desde 1899 hasta 1902, confluyeron por lo tanto factores tanto políticos como económicos inherentes al fenómeno imperialista. Destacó como instigador del conflicto Cecil Rhodes, hombre de negocios y gobernador británico de El Cabo cuyo objetivo era conseguir para Gran Bretaña el dominio de todo el sur de África.

El desarrollo de la guerra pasó por diversas fases: desde las iniciales victorias de los afrikaners (bóers) cuyo presidente Kruger declaró la guerra a los británicos, hasta la derrota de estos tras una sangrienta guerra de guerrillas. En 1902, por el Tratado de Vereeniging se puso fin a las hostilidades y los bóers quedaron bajo el dominio del imperio británico, aunque conservando una amplia autonomía en las provincias de Orange y Transvaal.

Consecuencias para las colonias

Consecuencias económicas para los colonizados

 

Para la puesta en marcha de la explotación económica de los territorios ocupados se hizo necesario el establecimiento de unas mínimas infraestructuras. De ese modo fueron creados puertos, ferrocarriles y carreteras encaminados a dar salida a las materias primas y agrícolas que iban destinadas a la metrópoli.

Las colonias se convirtieron en abastecedoras de las mercancías necesarias para el funcionamiento de las industrias metropolitanas, en tanto que éstas colocaban las manufacturas en sus dominios.

La economía tradicional basada en una agricultura autosuficiente y de policultivo fue sustituida por otra de exportación, en régimen de monocultivo, ocasionando la desaparición de las formas ancestrales de producción y la extensión de cultivos como el del café, cacao, caucho, té o caña de azúcar. Amplias zonas fueron roturadas para ser adaptadas a las nuevas exigencias económicas, dando lugar a notables cambios del paisaje y graves alteraciones del medio natural.

Consecuencias sociales

La burguesía procedente de las metrópolis, integrada por comerciantes; funcionarios y terratenientes, copó los niveles altos y medios de la sociedad colonial.

Hubo caso en que ciertos grupos autóctonos fueron asimilados por los colonizadores y pasaron a formar parte de la cúspide social. Esto ocurrió fundamentalmente con las antiguas élites dirigentes, miembros de algunos cuerpos del ejército y funcionarios de la administración colonial.

Contrastando con esa minoría, la mayor parte de la población autóctona fue objeto de un generalizado proceso de proletarización que incrementó las abundantes reservas de mano de obra destinada a la creación de infraestructuras y a la agricultura de plantación.

Consecuencias políticas

El mayor o menor grado de dependencia de las colonias respecto a la metrópoli estuvo determinado por el tipo de organización administrativa que les fue impuesta.

Esa imposición no estuvo exenta de conflictos que constituyeron el germen del antiimperialismo. Habitualmente fueron protagonizados por las clases medias nativas occidentalizadas, que reclamaban a la metrópoli un mayor respeto a las tradiciones autóctonas y la participación en las decisiones que se adoptaban sobre los territorios administrados. En muchos casos los naturales de las colonias demandaron los mismos modos democráticos que las metrópolis defendían para sí mismas, pero negaban a sus colonias: libertad, igualdad, soberanía nacional, etc.

Un ejemplo temprano que plasmó el espíritu de estos movimientos fue la creación del Partido del Congreso de la India, liderado por Mohandas K. Gandhi, que extendió su influencia por las capas más desfavorecidas de la sociedad colonial.

Consecuencias culturales para los colonizados.

El imperialismo ocasionó la pérdida de identidad de los pobladores indígenas e implantó los patrones de conducta, la educación y la mentalidad de los colonizadores. La lengua de los dominadores (especialmente el inglés y el francés) fue impuesta, conduciendo a un fuerte grado de aculturación.

La religión cristiana (católica, anglicana o protestante) desplazó a los credos preexistentes en muchas zonas de África o bien se fusionó con ellos, dando lugar a creencias de carácter sincrético[12].

Sin embargo, en el mundo musulmán y Asia la experiencia evangelizadora fue escasa comparada con la del África negra, debido al arraigo de antiguas y complejas religiones, como el budismo y el hinduismo

 

 

Consecuencias geopolíticas

Los mapas políticos se vieron alterados por la creación de fronteras artificiales que nada tenían que ver con la configuración preexistente, forzándose la unión o segregación de grupos tribales y étnicos, provocando con ello innumerables conflictos raciales que se han mantenido vivos hasta nuestros días (Ruanda, Liberia, etc.). 

Consecuencias ecológicas para las colonias

La introducción de nuevos métodos de explotación agrícola y de especies animales y vegetales inéditas, provocó profundas alteraciones o la absoluta destrucción de los ecosistemas naturales.

De ese modo el bisonte, esencial en la vida y cultura de numerosos pueblos indios de Norteamérica, fue casi exterminado por cazadores blancos; el conejo se convirtió en una auténtica plaga tras ser introducido en Australia y carecer de depredadores naturales.

Las grandes selvas tropicales se vieron sometidas a una intensa deforestación causada por la sobreexplotación de los recursos madereros y la expansión del monocultivo de plantación; los ríos fueron contaminados con metales pesados (mercurio y otros) como consecuencia de los métodos aplicados a la extracción de metales preciosos y los desechos procedentes de la actividad minera.

 

Consecuencias para las metrópolis

Desde el punto de vista económico

 

El imperialismo sirvió de estímulo a la industrialización en aquellas áreas donde aun era débil y favoreció su consolidación allí donde ya estaba en marcha. De todos modos, el principal objetivo de las metrópolis fue la obtención de materias primas abundantes y baratas y la colocación de los productos manufacturados por sus industrias en las colonias.

Desde el punto de vista internacional

Constituyó una inagotable fuente de tensiones y conflictos -las crisis marroquíes fueron un ejemplo- que culminaría en el estallido de la Primera Guerra Mundial.

 



[1] El mercantilismo constituye un conjunto de doctrinas económicas, poco sistematizadas (aunque con rasgos comunes) que se desarrolla en Europa y sus colonias a lo largo de los siglos XVIXVII y XVIII. Cifraba la riqueza de un estado en la posesión de metales preciosos (oro y plata). Su objetivo era contribuir al engrandecimiento del monarca a través de los medios económicos.

[2] Sustancia empleada en medicina por sus propiedades antipiréticas (contra la fiebre) y analgésicas.

[3] Hasta la segunda mitad del siglo XIX (1848) el nacionalismo fue un movimiento de carácter liberal progresista, enfrentado al legitimismo de la Restauración y promotor de movimientos de liberación nacional: Irlanda frente a G. Bretaña, los checos y húngaros frente al Imperio Austríaco, las colonias americanas frente a España, etc.

Pero a partir de la segunda mitad del siglo XIX fue transformándose cada vez más en una ideología de carácter conservador y agresivo que supeditaba la libertad y dignidad del individuo (características de la etapa anterior) a los intereses de los grupos sociales que controlaban el poder. Desde entonces sirvió a las ambiciones del imperialismo y contribuyó a la gestación de conflictos que en el siglo XX desembocaron en la I Guerra Mundial.

 

[4] La Libertad de creación frente a los cánones del Neoclasicismo.

El subjetivismo frente a la rigidez de las reglas académicas. Se valoraron especialmente la originalidad, la diversidad y la particularidad frente a la unidad de la Ilustración.

La importancia de los sentimientos, las emociones y las pasiones (amor, sufrimiento, odio). Se exaltan los sentimientos religiosos, patrióticos y los inspirados en la naturaleza (el paisaje alcanza gran interés). Cobran relieve las ideas de libertad e igualdad.

La excelencia de la imaginación y la fantasía frente al racionalismo clasicista de los ilustrados, recreando mundos pasados (fundamentalmente, la Edad Media) o exóticos (norte de África y oriente).

El instinto frente a la razón y las situaciones límites frente al equilibrio y la armonía

 

 

 

 

[5] Actitud de quien considera que su país es un compendio de cualidades y virtudes y desprecia las de los otros. El término proviene de Nicolás Chauvin, supuesto soldado que sirvió en el ejército napoleónico, haciendo alarde de un notorio celo patriótico.

El imperialismo alentó el nacionalismo exaltado, como forma de confrontación entre las potencias.

 

[6] Es aquella corriente que extrapola la teoría de la evolución de Charles Darwin al campo social. En el último tercio del siglo XIX, determinados grupos intentaron justificar el imperialismo mediante el argumento de que los individuos y colectividades con mayor capacidad serían los más aptos para sobrevivir, en tanto que aquellos que carecían de esas cualidades estarían condenados a la extinción o a la supeditación. El hombre blanco, con su depurada técnica, organización y superior civilización estaría facultado para “civilizar” y utilizar en provecho propio a los pueblos inferiores. El darwinismo social desembocó directamente en el racismo y la xenofobia. 

[7] Los cipayos eran soldados indígenas encuadrados dentro del ejército británico de la India. En 1857 se rebelaron contra la metrópoli. El detonante de la revuelta estuvo ligado a razones de índole religiosa; el uso de grasa de cerdo (animal considerado impuro por hindúes y musulmanes) en la munición de un nuevo modelo de fusil utilizado por el ejército. Sin embargo, tras esta causa subyacían otros motivos de mayor calado, como los abusos cometidos por la Compañía comercial de las Indias Orientales, desafortunados cambios administrativos o las expropiaciones de tierras en el Norte de India.

La revuelta fue sofocada pero, como consecuencia de ella, La Compañía de las Indias Orientales fue disuelta y el territorio pasó a ser administrado directamente por la Corona Británica, es decir por la reina Victoria I

 

[8] La Guerra del Opio fue el conflicto que mantuvieron China y Gran Bretaña entre los años 1839 y 1842. El desencadenante del mismo fue la introducción en China de opio cultivado en la India y comercializado por la Compañía Británica de las Indias Orientales, administradora de la India. Esta sustancia (una droga estupefaciente) constituía una importante fuente de ingresos para los británicos y servía para equilibrar su balanza de pagos con China al compensar el gasto de las ingentes cantidades de té chino que Gran Bretaña importaba.

El comercio del opio fue rechazado y prohibido por el gobierno chino. La puesta en práctica de la abolición recayó sobre el comisionado imperial Lin Zexu.

Los emisarios enviados por los comerciantes británicos e indios quejándose por el quebranto que tal prohibición causaba a sus intereses decidió a la Corona británica enviar una flota de guerra que finalmente derrotó a China.

Como consecuencia de este descalabro el emperador chino hubo de firmar el Tratado de Nanking, por el que se obligaba a China al libre comercio -el del opio incluido- así como a la cesión de la isla de Hong Kong durante 150 años.

Este conflicto y su resolución a favor de la potencia imperialista británica facilitó la irrupción en el escenario de otras potencias como Estados Unidos, Francia y Rusia que forzaron a China a firmar diversos convenios que han recibido la denominación de “Tratados Desiguales”. Como consecuencia de ellos, en 1860 China se vio apremiada a abrir otros once puertos al comercio exterior con el correspondiente menoscabo de su soberanía.

La impotencia china para conservar su independencia frente a las potencias imperialistas se acentuó aún más tras la derrota frente a Japón (1894-1895), que le costó importantes pérdidas territoriales, así como a raíz de la sublevación de los Bóxer en 1900

 

 

[9] El conflicto de intereses entre Francia y Gran Bretaña originó fricciones que a punto estuvieron de desembocar en contiendas armadas. Fachoda (Kodok) localidad enclavada en Sudán, donde coincidieron franceses y británicos que pretendían la construcción de un ferrocarril que uniese parte de sus respectivas colonias africanas. Para abrir camino y defender sus posiciones los franceses enviaron desde el oeste un ejército al mando del comandante Marchand, mientras que los británicos hicieron lo propio con tropas incorporadas desde Egipto al mando del general Kitchener.

La retirada de los franceses ante la inferioridad numérica de sus tropas permitió a los británicos controlar la región de Sudán, consiguiendo con ello el dominio casi ininterrumpido de los territorios que enlazaban el norte y el sur del África.

 

[10] El período Meiji se refiere al período de la historia japonesa que va de 1868 a 1912, durante el cual gobernó el emperador Meiji. Tras el derrocamiento del shogunato Tokugawa en la Restauración Meiji de 1868, los nuevos líderes de Japón se embarcaron en un programa de reforma radical destinado a fortalecer el país para que pudiera resistir la amenaza del imperialismo europeo. Se estableció una nueva estructura política inspirada en las de Europa y el país se industrializó rápidamente.

[11] Fue fundada en 1889. Su sede se estableció en Bruselas. La segunda, una vez expulsados los anarquistas en 1893, adoptó una clara orientación socialista marxista.

La integraron una serie de partidos socialistas de distintas nacionalidades organizados en una federación.

Entre los objetivos fundamentales de la asociación destacó la búsqueda de una legislación que mejorara las condiciones de vida de los trabajadores (subsidios de desempleo, protección social, etc.) y, de forma especial, el empeño en la instauración de la jornada de ocho horas.

 

[12] Como sincretismo se denomina el proceso mediante el cual se concilian o amalgaman diferentes expresiones culturales o religiosas para conformar una nueva tradición

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