Trabajo Práctico 16 “Los no lugares, espacios de anonimato”. Marc Augé

Trabajo Práctico 16 “Los no lugares, espacios de anonimato”. Marc Augé

Actividades de comprensión lectora

1.    Sería bueno que reflexionemos y nos realicemos algunas preguntas:

 

a.    ¿Qué son los no lugares o espacios del anonimato?

b.    ¿cómo influyen en nuestra vida y cómo transforman nuestra relación con los demás? Y a la empresa

c.     ¿cómo le afecta?

d.    ¿Se está convirtiendo también en un “no lugar”, dónde las personas van, pero sin ningún compromiso con nada ni con nadie?

 

Información para realizar las actividades

Los «no lugares» son aquellos espacios que no existían en el pasado, pero que ahora aparecen como ubicación innegable en el devenir del hombre contemporáneo. Se caracterizan por su propia condición de enclaves anónimos para hombres anónimos, ajenos por un período de tiempo a su identidad, origen u ocupaciones. Como afirma Marc Augé:

«Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar. La hipótesis aquí defendida es que la sobremodernidad es productora de no lugares, es decir, de espacios que no son en sí lugares antropológicos y que contrariamente a la modernidad baudeleriana, no integran los lugares antiguos.»

La mención a Baudelaire es intencionada: Augé yuxtapone los no lugares actuales a aquellos lugares que encontramos en los textos de Baudelaire, Chateaubriand, Proust o Benjamin, unos lugares anclados en la memoria que se identificaban gracias al poder de la palabra de los actores que los habitaban, gracias a la fuerza de los hablantes. Ahora, en cambio, los no lugares apenas permiten un furtivo cruce de miradas entre personas condenadas a no reencontrarse, mudas.

Para Augé entre los «no lugares» paradigmáticos se cuentan «las autopistas y los habitáculos móviles llamados «medios de transporte» (aviones, trenes, automóviles), los aeropuertos y las estaciones ferroviarias, las estaciones aeroespaciales, las grandes cadenas hoteleras, los parques de recreo, los supermercados, la madeja compleja, en fin, de las redes de cables o sin hilos que movilizan el espacio extraterrestre a los fines de una comunicación tan extraña que a menudo no pone en contacto al individuo más ,que con otra imagen de sí mismo». El autor realiza un minucioso análisis de estas superficies a partir de su condición de antropólogo y etnólogo, enmarcándose voluntariamente en la que denomina una «antropología de lo
cercano», la cual se sustenta en su defensa de una antropología «del aquí y el
ahora». Como observador e investigador de campo, Augé analiza algunos de los
procesos habituales del hombre posmoderno –o sobremoderno–, desde la compra de
víveres en el supermercado hasta el acceso a las salas de embarque de un aeropuerto. De ese modo, logra descodificar un tipo de lenguaje que es ajeno a
la palabra en su concepción tradicional, y que le lleva a afirmar que el usuario, al relacionarse con los no lugares, se inscribe siempre en una relación contractual. Ese contrato «tiene siempre relación con la identidad individual de quien lo suscribe» y se visibiliza de muchas maneras diferentes: de forma expresa mediante el billete que se presenta al revisor, a la azafata o a la salida de la autopista de peaje; de forma tácita, pero también vinculante, al empujar el carrito que el supermercado pone a disposición de los clientes.
Aunque con dos precisiones importantes: el usuario del no lugar, señala Augé,
siempre ha de probar su inocencia (basta recordar cuántas veces se le demanda
el carné), y actúa desposeído de sus identificaciones actuales o habituales.
Desde esa caracterización, el hombre del no lugar no es únicamente un hombre
anónimo, es, sobre todo, un hombre solo. Y Augé acaba presentando una visión
del hombre moderno que cobra las dimensiones de una etnología de la soledad.

Los no lugares. Espacios del anonimato (1993), es un libro tan riguroso en su análisis de las pequeñas cosas como provocador en sus conclusiones. Su texto tiene efectos colaterales, no obstante, nada desdeñables: si tras leer a Proust las magdalenas ya no volvieron a saber igual, después de este libro las esperas en los aeropuertos, las colas en los peajes, adquieren una nueva significación, en un mundo que podía sentirse
asfixiante en su devenir, pero que no parecía inquietante en el deambular cotidiano.

Lugares antropológicos

Es el lugar que han construido los antepasados. El habitante del lugar antropológico vive en la historia, no hace historia. (Augé, 60). El lugar antropológico es lugar de
encuentro, de cruce El pensador +Zygmunt Bauman en su libro La modernidad líquida llama a dichos espacios como “no lugares”. Bauman comenta que estos “no lugares” desalientan cualquier idea de “permanencia”. Hay una permanencia de extraños, pero no existe un compromiso ni relación entre las personas ni con el lugar. Los residentes varían y se vuelven irrelevantes durante el tiempo de su estadía. Todo el mundo debe sentirse cómodo como en su casa, pero nadie debe comportarse como en su casa. 

En la actualidad todo está preparado para pasar un momento agradable y cómodo. Hasta en los cines se puede comer y ver una película en un sofá reclinable. Aunque un “no lugar” es un espacio despojado de las experiencias simbólicas de la identidad, las
relaciones y la historia. Hasta los bares que los tangos señalan como lugares de encuentro, amistad y camaradería han dejado de serlo.

Estos “no lugares” ocupan tanto espacio en nuestra vida que nos modelan a su imagen y semejanza. Hacen que las ocasiones para relacionarnos con los demás sean cada vez menores y más espaciadas. Estamos con un montón de gente, pero no hablamos con nadie. No conocemos la vida de los demás ni cómo nos sentimos nosotros. Vivimos en un edificio de más de cien familias y no sabemos ni el nombre del vecino de departamento.